Siara
Thursday, September 21, 2006
El enfrentamiento
Sunday, September 10, 2006
Belleza...
Yo por no ser menos hice lo mismo, al fin y al cabo soy, era, soy mas guapa que ella.” No estoy nada mal”- me dijo sonriéndome maliciosamente a través del espejo. Me puse entre ella y el espejo y dije “yo si que soy guapa”. Ella se echó a reír, me pareció que con tono despectivo, pero no pude verle la cara porque ya se había metido en el salón.”Hacía mucho que no entraba aquí, ¿cómo es que tienes todas las ventanas abiertas?”- me encogí de hombros y dije -”Olía raro”. Cerramos las ventanas, comenzó a llover con más intensidad así que la invité a quedarse a dormir y a cenar, ya era tarde. Vimos una película y nos acostamos pronto. Yo dormí en el cuarto de abajo, ella subió. Dejé el espejo frente a la cama apoyado en el armario e intenté dormir pero no podía. Sobre la una y media oí una voz que me asusto, era muy lúgubre, sonaba como con eco y decía “Ahora fíjate en ti, como te ves yo me vi. Ahora fíjate en mi como me ves, te veras”. Me cubrí por completo y no pude conciliar el sueño en toda la noche. A las 7 me levanté y fui a la cocina a desayunar, hice un poco de ruido y Cristina bajó a los diez minutos, tenía los ojos rojos, y las mejillas marcadas por restos de lágrimas. Estaba completamente pálida, con ojeras. “No puedo mas“-sollozó, yo me acerqué rápidamente y la abracé.”¿Qué te pasa?”-dije realmente asustada. Ella se calló, me miró fríamente y dijo-”Y ahora fíjate en ti, como te ves yo me vi. Como me ves, te veras.”. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y empecé a llorar, nos sentamos. “He estado oyéndolo toda la noche, no paraba de escucharlo, la primera vez creí que eras tu gastándome una broma y tire una almohada hacia donde me pareció ver una figura. Pero la figura se acercó a mí y volvió a repetirlo y entonces pude verla, era... Era”- rompió a llorar y volví a abrazarla.
”Tomaré el autobús de las doce, lo siento no me puedo quedar aquí”- se limpio la nariz que goteaba y me dio un beso. La acompañé hasta la parada de autobús y me fui en cuanto ella subió. Volvió a llover. Llegué en el mismo momento en que un relámpago alcanzaba de lleno el pararrayos de la casa. Me asusté al intentar dar la luz y ver que nada se encendía pero pensé que igual había sido cosa del rayo. Así que encendí una vela y fui hacia la escalera porque en un lateral estaban los fusibles. Al llegar sentí una ligera brisa en la nuca, provenía del hueco donde encontré el espejo, me acerqué a el. Al iluminarlo observé que había un libro, lo cogí y bajé rápidamente, subí los fusibles y corrí a la cocina. Dejé el libro sobre la mesa y me acerqué al armario donde había dejado el pan y el jamón que había sobrado la noche anterior.
Mientras preparaba los bocadillos miraba el libro de reojo, con recelo y al dar el primer mordisco abrí el libro.Tenía más de 100 años, lo había escrito mi tatarabuelo Amador.“Contaba que tenia una hija preciosa, pero muy presumida, que se llamaba Mariana. En el pueblo había otra muchacha que también era muy hermosa, Fernanda. Y que siempre andaban las dos peleando por ver quien era mas guapa, quien llevaba mejores vestidos. Un día llegó un joven de Burgos y las dos le pretendieron, pero Mariana no jugó limpio y empezó a hablar mal de su contrincante y de su familia, llegando estas habladurías a la gente del pueblo que dejo de tratarse con ellos. El padre se suicidó y se llevo consigo a la mujer y a dos de sus hijos al incendiar la casa. Fernanda logró sobrevivir, pero completamente deformada por culpa del incendio. El muchacho marchó al poco tiempo de suceder esto. Rosalía seguía presumiendo y se pavoneaba cada vez que pasaba por la casa de Covadonga. Un seis de enero encontraron a la joven muerta, colgada de un árbol en la plaza del pueblo. A sus pies había un regalo cuidadosamente envuelto y una nota en que ponía que ese regalo era para Mariana. El regalo era el espejo que yo había encontrado“.
Al leer esto miré hacia mi habitación, asustada. La luz volvió a irse y me eché a llorar, afortunadamente la vela seguía encendida en la mesa. La cogí y fui de nuevo a subir los fusibles. Se encendió la luz de la cocina y yo encendí todas las de la planta baja. Me acerqué a mi dormitorio y vi que el espejo seguía de pie, apoyado en el armario, pero me entro un escalofrío al mirarlo. Aun tenía hambre así que volví a la cocina. Preparé más bocadillos y seguí leyendo.
“Mariana aceptó el regalo con mucho gusto. Al abrirlo y ver que era se quedó absorta, y no pudo por menos que alabar su belleza. Subió a su habitación y colocó el espejo. Esa misma noche mi tatarabuelo se despertó por los gritos que su hija daba, preguntó y ella respondió que oía una voz que le decía “Y ahora fíjate en ti, como te ves yo me vi. Como me ves, te veras.”
Mis tatarabuelos pasaron la noche con ella, asombrándose cada vez que ella gritaba y les preguntaba si lo habían oído. A la mañana siguiente Mariana estaba completamente blanca, y sangraba por la nariz. El médico vino lo más rápido que pudo y recomendó que reposara y que no se acercasen mucho a ella, a no ser que fuera para darle la comida. Durante todo el día y toda la noche no pararon los gritos, los lloros, los ruegos. Al día siguiente mi tatarabuela Isabel gritó de tal manera que varios vecinos del pueblo, que andaban cerca de la casa, entraron al temer algo malo. Mariana parecía un cadáver, totalmente blanca, sin casi carne, con los ojos rojos llenos de lágrimas. Miraba hacia la puerta y decía que por favor se detuviera, que no podía más. Tres días después murió, la noticia corrió como la pólvora por el condado. Al entierro vinieron familiares de todas partes incluido Alejandro, el hermano de la difunta que vivía en Madrid. Durante el entierro mi tatarabuelo no soltó de la mano a su nieta Caridad, la hija mayor de Alejandro y la niña de sus ojos, y mi bisabuela tenía de la mano al pequeño. Al llegar la noche acomodaron a los niños en el cuarto de la difunta. Los abuelos estuvieron con ellos hasta que se quedaron medio dormidos.
Caridad miró el espejo, se destapó por completo y se puso frente a el, “¿Verdad que soy muy bonita? “Sonrió pícaramente mirando a su abuelo a través del espejo. El abuelo asintió sonriendo. “¿A que soy la mas guapa güelina?”. Isabel cogió del brazo a su nieta y la acercó a la cama mientras decía que si, que era la mas guapa del mundo. La arropó bien, apagó las luces y salió con su marido de la habitación. No pasaron ni cinco minutos cuando oyeron gritar a la niña, rápidamente abrieron la puerta de la habitación la niña estaba en la cama con las manos extendidas hacia la puerta y llorando- “Gueluu”-el abuelo cogío la niña se aferró a su cuello y no lo soltaba, el niño rompió a llorar al ver entrar a su madre que le cogió en brazos. “Llevate al niño, nosotros nos quedamos con ella”. Los padres fueron a su cuarto asustados. Los abuelos metieron a la niña en la cama entre los dos. Ella balbuceaba “Y ahora fíjate en ti, como te ves yo me vi. Como me ves, te veras”. El abuelo tembló, miró a la niña y se sentó a su lado. La abuela se acostó y la abrazó bien fuerte. Apagaron las luces, a los diez minutos la niña comenzó a gritar y a llorar, Amador agarró con fuerza las sabanas. Isabel la acunaba y besaba mientras decía que se calmase que era todo un mal sueño. La niña se calmaba pero al rato volvía a gritar y a llorar. “Guelín haz que se calle”- y se agarraba a el. Amador abrazaba a la nieta e intentaba no llorar, lo mismo intentaba la abuela. Fue una noche muy larga la niña se despertaba llorando cada poco y cada vez que preguntaban que pasaba ella respondía que alguien decía la dichosa frase. Isabel se levantó de la cama a las 5 de la mañana para hacer el desayuno, la nieta estaba abrazada a su abuelo, se miraban de tal manera que el cariño flotaba en el aire. La niña estaba pálida, ojerosa, con miedo pero intentaba tener una sonrisa en la cara porque veía a su abuelo triste. Le daba besos en la barba y el sonreía. Cerraron los ojos al tiempo, pero la niña volvió a gritar. Amador se sentó en la cama, con los ojos llenos de lágrimas miro a su nieta que tenia la mirada clavada en la puerta. Entonces pudo distinguir una forma que se acercaba y pudo escuchar la frase, le pareció un sonido hueco, de ultratumba. En el momento de decir como me ves te veras, se levantó una capucha y se pudo ver una cara completamente demacrada con carne podrida, la cuenca del ojo izquierdo vacía y un buen pedazo de calavera al aire. La niña gritó y se desmayó, el abuelo se levantó furioso hacia la figura. Pero esta desapareció. El abuelo encendió las velas rápidamente cogió todas las que encontró en la casa y las puso en la habitación. Su hijo se despertó por el ruido y Amador le mandó que fuera a buscar al cura. Al llegar la mañana, la habitación estaba llena de gente que se asombraba cada vez que la niña conseguía dormir y acto seguido se despertaba gritando y llorando. El cura quiso comenzar un ritual de exorcismo pero se echó a llorar, cuando a eso de las siete de la mañana vio como la niña se despertó llorando y sangrando de la nariz pidiendo a su abuelo y a su padre que la protegieran, y tuvo que salir de la casa.
Isabel, estaba en la cocina sentada mirando como hervía la leche y apretándose las manos con fuerza cada vez que oía gritar a su nieta. A las diez de la mañana el médico salía de la habitación con una expresión en su cara que mezclaba miedo, ira y tristeza. Miró a la madre y a la abuela de la niña, contuvo la respiración y salió de la casa. Isabel entró en la habitación, al lado derecho de la niña estaba su marido, al lado izquierdo su hijo que tenia la cabeza vuelta para no mirar a la niña.Se acercó primero al hijo y le dio un beso en la frente, luego se acercó a su marido y se le quedó mirando, el no quitaba la vista de la niña que tenia los ojos cerrados. Isabel se sentó frente a su marido y apartó el pelo de la cara de la niña para verla, se quedó helada al ver como el pelo que había apartado se caía de la cabeza y que la niña ya no tenia casi cara era calavera. Rompió a llorar, su hijo giró la cabeza asustado al oír llorar a su madre, miró a su hija y también lloró. Amador se mordió los labios con tal fuerza que comenzó a sangrar. Alejandro cogió la mano de su madre y salieron de la habitación, la niña abrió los ojos e intentó gritar pero ya no tenia voz, miró a su abuelo y sonriendo le dijo “Te quiero abuelo”. En ese momento Amador rompió a llorar, porque ya no notó fuerza en la mano de su nieta, se puso de rodillas frente la cama, golpeando la cabeza contra el colchón. “Isabel- gritó- tu nieta a muerto.”Leila miró la cara del psiquiatra, estaba completamente trastocado con la historia que acababa de escuchar. Ella carraspeó un poco y se seco los ojos rojos. “Todo esto viene escrito en el libro, palabra a palabra. El libro está en la casa, puede ir a mirarlo cuando quiera”. El psiquiatra no podía hablar, no tenia fuerza suficiente en la garganta. Llevaba más de media hora sin decir nada, escuchando absorto. Notó la garganta seca y carraspeando dijo “¿Te importa si voy por agua?”. Leila negó con la cabeza. Él se acercó a la puerta, al abrirla ella dijo “¿Podrías traerme un cigarro?, no fumo pero me apetece”. Cinco minutos después ya estaba de vuelta, con una jarra de agua, dos vasos, un cenicero, un cigarro y un encendedor. Ella cogió el cigarro, dio la primer bocanada y tosió.”Joder si esto sabe a dulce” dijo tosiendo aún. “Pues tíralo”-replicó el médico. “No... Este me lo acabo”. Mordía el cigarro con la mirada perdida. El medico sirvió dos vasos de agua. Cogió el suyo y miró fijamente a Leila “¿qué le pasó a tu amiga?”.Leila alzó las cejas sorprendida “En el momento en que leí que mi bis-tía o lo que hubiese sido murió me llamó al celular. Casi ni se la oía. Me dijo que estaba en Llanes, que el autobusero paró el autobús y gritó que se bajase. Y me dijo que si podía ir a buscarla. Llovía mucho pero salí corriendo, cogí el coche y en media hora me planté allí”- Tragó humo, lo retuvo unos segundos y fue soltándolo lentamente, el medico se sirvió otro vaso de agua-”Al llegar a Llanes, la llamé para ver donde se encontraba, ella me dijo que en el mirador de San Pedro, aparqué el coche porque estaba cerca y fui a buscarla. Tardé bastante en darme cuenta de quien era, pasé a su lado al menos 3 veces, pero todas ellas creí que era una drogadicta... Me di cuenta que era ella por los zapatos, no creo que ninguna drogadicta lleve zapatos de tacón tan caros y tan bonitos como los suyos”
“La zarandeé un poco, ella abrió los ojos y me sonrió, parecía E.T., estaba demacrada, la nariz con restos de sangre, la cara sin carne, era un puro esqueleto. Alzó los brazos para que la cogiera y eso hice. Sentí asco por lo mal que olía, a vómitos…
Estuve por dejarla tirada. Fuimos despacio hasta el coche, al abrir la puerta se paro una patrulla de la policía municipal, un chico y una chica. Ella fue amable, diciéndome que si me ayudaba. Yo empecé a gritar diciéndoles que si no habían visto a esa chica antes. Me dejaron por imposible y me metí en el coche. Comenzó a llover de lo lindo, pero tuve que ir todo el viaje con las ventanillas bajadas de lo mal que olía. Al llegar a casa la tiré directamente en la bañera, pesaba tan poco que podía moverla de un lado a otro con una sola mano. Ella estaba aturdida, no reaccionaba con nada. Mientras la bañaba me contó que en el autobús solo oía la dichosa frase y que al mirar por la ventana en una ocasión pudo ver una figura que se quitaba una caperuza, y me describió lo que vio cuando se la levantó. Lo mismo que vio mi tatarabuelo. Gritó de tal manera, que dos niñas que había cerca de ella se pusieron a llorar. El autobusero paró, se acercó a ella y dijo que como gritase otra vez, la bajaba.”“La próxima a la calle, la próxima a la calle- repetía Cristina mientras la secaba. Al secarla gritó de tal manera que la solté , ella miraba hacia la puerta que estaba abierta y entonces pude ver la figura , yo también grité y me puse a llorar, cerré los ojos muy fuerte y al abrirlos ya no estaba. Cris seguía llorando en el suelo cubierta por la sabana, me levanté y salí de casa corriendo. Me quedé junto al coche mirando, empapándome con la tormenta, no pasaron dos minutos cuando a lo lejos vi que alguien se acercaba en bicicleta, se paró junto a mi. Era Jorge el, por así llamarlo, tonto del pueblo. Se quedó mirando la casa, luego alzó la vista al cielo y lo señaló con la cabeza, yo levante la mía también...”Esta noche van a pasar cosas muy raras” Me quedé mirándole pero el se puso en marcha otra vez y desapareció por el camino al soto. Volví a entrar, cogí el bolso que lo tenía tirado en el suelo de la entrada y llamé a la madre de Cristina para que vinieran a buscarla. Ella se puso histérica cuando la dije en que estado se encontraba su hija y cuando la medio oyó gritar diciendo que alguien la ayudara. Colgué y entré al cuarto de baño, Cristina estaba tirada en el suelo aun. Boca arriba como una tortuga, intentando levantarse. La alcé y fuimos a mi habitación, saqué una chamarra y se lo puse, estaba tan delgada que le quedaba grande. La dejé tumbada en mi cama y fui a la cocina a hacerme bocadillos, tenía mucha hambre. Estaba cortando pan cuando volvió a gritar, yo me asusté, miré hacia el cuarto y me corté en 3 dedos -”Eres una imbecil...” Grité con tal fuerza y tal rabia que ella se cayó. Me envolví los dedos con papel de cocina y entre al cuarto. Ella sollozaba y pedía disculpas, me dio muchísima pena así que la abracé y estuve acunándola un par de minutos. Me fijé que no le quitaba ojo al espejo así que lo cogí con tal rabia que cayo al suelo y se quebró, no llegó a romperse. Lo lancé desde la puerta hasta más allá de mi coche. Cerré y fui a curarme los cortes. Tardé 5 minutos y volví al cuarto. Al entrar se me encogió el corazón, Cristina estaba muerta con un papel en la mano derecha y un lapicero en la izquierda. “LO SIENTO” ponía en el papel.”“No se de donde saqué las fuerzas, porque solo tenia ganas de tirarme al suelo y llorar, pero me acerqué a la puerta de casa y llamé a la guardia civil. Me quede en el portal de la casa, esperando. Al cuarto de hora llegó el primer coche, media hora después ya había tres. La ambulancia llegó al mismo tiempo que los padres de Cristina. Su madre cayó de rodillas en la entrada de la casa. Yo no podía parar de llorar. Una enfermera me trajo tranquilizante, pero ni con eso. Tardaron casi siete horas en llevarse a Cristina. Al sacar el cadáver miré para otro lado y rompí a llorar de nuevo, la madre de Cris que estaba algo mas calmada se sentó a mi lado y me abrazó. Estuvimos llorando juntas.”“A las tres y media de la mañana ya no había nadie en casa, seguía lloviendo pero yo no quería entrar y entonces fue cuando lo oí. Tenia los ojos cerrados, estaba medio dormida ya y detrás de mi, o en mi interior mas bien, escuche clarísimamente “Y ahora fíjate en ti, como te ves yo me vi. Y ahora fíjate en mi, como me ves, te veras”. Intenté no abrir los ojos pero no pude, volví a escucharlo por segunda vez y algo me rozó el brazo. Algo que estaba helado, pero que quemaba al rozarme. Intente gritar pero no podía, no me salía nada de la garganta y escuché por tercera vez la frase mientras abría los ojos. Entonces si pude gritar, y de lo lindo, porque al abrirlos me encontré frente a la cara mas horrorosa que hubiera podido imaginar. Mi tatarabuelo se quedó corto al relatarlo y Cristina debió no contármelo del todo para no tener que recordarlo. Sentí su aliento mientras decía la frase, y un hormigueo me recorrió todo el cuerpo. El grito se me cortó ya no podía gritar mas, y eso seguía diciendo la frase, una quinta y una sexta vez. Entonces hubo un silencio, me levanté sin poder ver porque tenía los ojos llenos de lágrimas y me quede en medio de la calle, no paraba de llover pero me sentía más segura ahí. Mas segura hasta que miré bajo mis pies... El maldito espejo. Las gotas al caer sobre el hacían un ruido mas ensordecedor que una bomba. Me quedé inmóvil al ver en la puerta de la casa a la figura que me señalaba con su mano izquierda. Y volví a escuchar la frase, me tapé los oídos y me tire de rodillas sobre el espejo que esta vez si se rompió clavándoseme muchos pedazos. Caí sobre el costado derecho con las manos en los oídos y las rodillas ensangrentadas. La figura repetía sin cesar la frase. Pero no deprisa, expirando las palabras y recalcándolas una a una. La figura se acercó a mi, cerré los ojos y dejé de oír la frase”. El psiquiatra miraba atónito e incrédulo a Leila, ella jugueteaba con la colilla del cigarro.”¿Cómo es que aún estas viva?, porque eso pasó ya hace un mes... Y por lo que me has contado, la gente no dura mas de un día o dos”. Ella se encogió de hombros y abrió mucho los ojos. El psiquiatra entendió con ese gesto que ella no sabia cómo aún estaba viva. Leila miró al frente, dejó la vista clavada en la pared, no movió ningún músculo. El psiquiatra se empezó a impacientar, y nervioso se buscaba algo en el bolsillo del pantalón. Ella parecía no respirar siquiera, el sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo y lo puso sobre la mesa, se quedo mirando el paquete porque mirar a la paciente le incomodaba. “Fumar es malo”, el levantó la mirada y se asustó mas al ver que ella seguía sin moverse. ” ¿Quiere saber como es que aún sigo viva? Se lo voy a contar... Yo estaba en el suelo llorando, con los ojos cerrados, había dejado de escuchar la dichosa frase, así que me levanté me apoye en el coche y comencé a rezar. Esperaba que se apareciese el ángel del pueblo, ese del que tanto hablaban.
Y entonces sucedió lo que Ildefonso había predicho, las cosas raras. En el cielo se formó un claro y se vieron las estrellas, dejó de llover y un viento suave me acarició la cara. El claro se hizo mas grande, yo pensé que era el ángel que venía a rescatarme, pero paso algo más curioso... Luces, como las que he visto en fotos de la aurora boreal, era precioso, durante un par de minutos me olvidé de todo. Solo pensaba en lo extraño que era ver eso, a esas horas y en Soto de Lidia. Tenia los ojos llenos de lagrimas y aquello me pareció aun mas fascinante, y volví a escuchar la frase “Y ahora...” las rodillas me tiraron literalmente al suelo, sentí como los cristales me empujaban hacia el espejo”fíjate en mi...” vi mi cara en el espejo roto y entonces me vino a la cabeza una idea. Pero sentí un dolor muy grande en el estomago, y en los brazos notaba como me estaba quedando sin carne, la sensación era un hormigueo yo imaginaba una especie de pastilla efervescente dentro de mi. El dolor se extendió a las piernas, y luego a los brazos. Yo seguía mirándome al espejo, intentando no gritar pero el dolor llego a la cabeza y cerré los ojos mientras gritaba lo mas alto que pude.”como me ves, te veras” Se hizo de nuevo el silencio y volvió a llover. Abrí los ojos y me estremecí, mi cara era igual que la de Cristina poco antes de morir, parecía una anoréxica. La figura estaba frente a mí, tumbada en el suelo también, la miré con odio mientras se levantaba la capucha. El dolor de la cabeza era insoportable y pegue un cabezazo en el cristal. Volví a escuchar la frase, el dolor fue disminuyendo. La figura ya no estaba, miré el espejo estaba completamente roto. Agarré el trozo mas grande me senté, apoyé la espalda en la pared y haciendo de tripas corazón comencé a rasgarme la cara, las piernas, los brazos... El estomago”El psiquiatra se quedó pálido, sin saber que decir. Leila se quitaba las vendas lentamente, sin darle importancia a lo que el psiquiatra pudiera pensar. “¿Puede creer que tenia unos labios muy bonitos? No es por presumir pero eran preciosos y sabían besar... Me los arranqué”. El doctor vomitó cuando vio la cara de Leila. “Yo era guapa, no una belleza, pero si bien guapa y ahora, soy esto...” Se levantó de la silla. El doctor lloraba, ella comenzó a llorar también. “Pero al menos ya no oigo la voz, ahora se que no moriré, eso espero y creo”, Ella se sentó otra vez él se levantó y corrió a la puerta al llegar ella gritó. “Eh, eh ¿puedes hacerme otro favor?” El asintió con la cabeza. “Al amanecer, el espejo, no se como volvió a su aspecto original. Lo guardé a tiempo, antes que llegara nadie... En el hueco... Junto al octavo escalón. Vaya, cójalo y destrúyalo... Quémelo o haga lo que quiera con el... Pero que no vuelva a matar a nadie” El asintió con la cabeza. Ella alargó la mano hacia el paquete de tabaco, sacó un cigarro y lo dejó en el borde de la mesa. Comenzó a ponerse el vendaje. El salió de la habitación.